«Es curioso cómo, un simple aroma, puede transportarme a quince años atrás»

Mi abuela, mi segunda madre, aquella persona que ayudó en mi crianza y que dejó una marca imposible de borrar en mi vida. Se llamaba Victoria, pero yo le decía “Voyita”. No es un apodo que yo le haya puesto. Recuerdo que cuando tuve la edad suficiente para hablar y llamarla por su nombre, me dijeron que era ese. Años después, ya por pura curiosidad, le pregunté a mi madre por qué le decíamos así. No entendía cómo aquel apodo podía salir del nombre Victoria. Mi madre me explicó que la primera nieta de mi abuela se lo puso. No había sabido pronunciar su nombre y le salió aquel apodo, apodo que quedó marcado pues cada nuevo integrante de la familia aprendía que debía llamarla así. […]

«Yo grito para llamarte la atención; y tú, para llamar nuestra atención»

A los dos años y medio escuchaste la primera de tus canciones favoritas. Un grupo indie llamado Foster the People te hacía mover la cabeza de arriba abajo y de lado a lado, llevando el ritmo como poseído y en trance. No podías entender lo que decían, ni repetir lo que escuchabas. Luego llegarían otros grupos cuyas canciones a mí me vacilaban. Rock, pop, indie, electropop… el repertorio completo de Doble 9. En los veranos llevábamos tu CD de música alternativa para pasársela al disyóquey de la chicoteca. Mientras los demás niños pedían los hits del momento, nosotros bailábamos al son de Empire of the Sun, Ylvis, Iconica y Sweedish House Mafia. […]

El Beto fue siempre mi personaje importante en la distancia

Desde muy pequeña he creído, fervientemente, en la validez de las promesas que hacemos en voz alta. Mi madre me enseñó a no prometer jamás si no estoy segura de cumplir con mi palabra, a no faltarle el respeto nunca a quien espera con ilusión que la cumpla. Si ella prometía que me llevaría a la fiesta de alguna amiguita al caer la tarde, llegaba corriendo a casa con el regalo perfecto para llevarme a tiempo, aunque estuviera agotada de su día, aunque le costara la vida cumplir conmigo. Nunca lo ha dicho, pero yo podría apostar que esa maravillosa herencia viene de su padre, mi abuelo. […]

«Así era Luchita: de pocas palabras, pero de rápido actuar»

Joaquín y yo estábamos en el comedor poniendo los platos y los cubiertos para sentarnos a almorzar. Se nos ha vuelto un ritual poner la mesa y conversar de la vida, como dice él. Nuestras últimas conversaciones han girado alrededor de mi mami Luisa, o simplemente Luchita. Ella era gordita, de cachetes rojos y cabello negro lacio hasta la cintura; siempre se lo recogía en una cola. No me gustan los cabellos por mi cara decía. Era ágil y fuerte; usaba vestidos, un machete y un pañolón. Recuerdo cómo bailaba cuando sonaba un huayno o una marinera. […]

Mi primer recuerdo y, ahora que lo pienso, el más importante

Tenía tres años. Era el último día que iba al jardín. Según me cuentan mis padres, ese mismo día me enteré que dejaba de ser hija única para convertirme en hermana mayor. Inmediatamente, toda posibilidad de separarme de mis viejos, aunque solo sea por unas horas para ir a cantar y aprender italiano, para jugar con mis amiguitos y ver a mi maestra que tanto quería, quedó anulada. […]

En medio de la ternura, llegó un momento en que la intención de nuestras bocas cambió

No recuerdo la última vez que hice el amor. De hecho, no sé si lo que pensé que había sido hacer el amor —en más de una ocasión— lo habrá sido realmente. Supongo que depende de cómo cambia nuestro criterio a lo largo del tiempo y de nuestras experiencias. Podría decir que creía sentir amor por alguien y tenía sexo con esa persona simultáneamente. Es así como llegaba a pensar que estaba haciendo el amor. Ahora parece una conclusión demasiado básica. Una de esas veces fue con Renata, hace unos cinco años. Recuerdo que llevábamos como un año de relación y habíamos ido a Arequipa en uno de esos chispazos de espontaneidad en que cogíamos dinero y simplemente nos dirigíamos a la terminal. En menos de sesenta minutos, ya estábamos esperando el bus. […]

Días normales

Dos de la mañana. Enciendo en automático la luz de la lámpara de mi mesa de noche. El móvil de la acción es el llanto de uno de mis hijos. No sé cuál de ellos es. Sus cunas son blancas e idénticas, como lo son ellos también. Están cubiertas por mosquiteros de tul y en medio de mi vigilia pienso que esa es la razón por la que no distingo a quién pertenece el llanto, como si el llanto tuviera color y forma perceptible a la vista. Todo sucede en menos de cinco segundos: prender una luz, el pensamiento sobre el llanto, la búsqueda de las chancletas tanteando con las puntas de los pies bajo la cama. Me apresuro a coger un biberón. Ya sé cuál de mis hijos llora. […]

«Después de todo, la pelea del año resultó unirnos más que nunca»

Cuando abrí el video, vi a una mujer desnuda de tez blanca sentada sobre un hombre de barba. Se besaban muy apasionadamente. “Esa barba se me hace conocida” pensé. Volví a revisar el video y logré identificar al hombre. Era Javier, el novio de Dani. Instantáneamente levanté la mirada hacia las chicas. “¡Carajo! ¿Ya lo habrán visto? ¿Qué hago?”. […]

Cuando no lograba conciliar el sueño conversaba con su cuaderno

Juan Manuel sentía su cabeza estallar por en poco tiempo que había dormido. Tenía esa obstinada costumbre de hacer su equipaje horas antes de partir. Como todas las veces, pensó que le tomaría solamente un par de horas, pero no fue así, terminó haciéndose un mundo, y es que tomar decisiones de manera espontánea era algo que aún no había podido alcanzar. “Este sí… uhm… este también. No, mejor no. ¿Y si hace frío? Está bien, también lo llevo”. […]

«Después de un mal rato vienen más malos ratos, pero una ya sabe cómo surfearlos»

La primera vez que el miedo se hizo tangible, yo estaba echada muy cómoda en el mueble de mi sala, plácidamente abstraída por los idilios amorosos del amigo Harry Potter. De pronto, sonó el teléfono. Escuché cómo mi papá se acercaba a contestar y al rato dijo “Cristina, te llama Marcos”. Yo tragué saliva. Me levanté rápido del mueble con el corazón galopando. “Lo va a matar cuando sepa quién es”. […]

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