Mujer con gato y Horchata de chufa: dos microcuentos de Liliana Heker

¿Cuentos de un solo párrafo? ¿Es posible eso? Liliana Heker, cuentista, novelista y ensayista argentina, demuestra que sí con «Horchata de chufa» y «Mujer con gato». Estos dos microcuentos fueron publicados en el 2016 en «Cuentos reunidos», su último libro.

Mujer con gato

El hombre que está asomado a la ventana envidia a la mujer que, en el jardín de la planta baja, canturrea ante la mirada atenta del gato. Qué feliz es, piensa el hombre. Ignora que la mujer no es feliz: con excepción del gato, acaba de perder todo lo que amaba, y sospecha (alguna vez lo ha leído) que los gatos se apartan de la desdicha. Moriría si el gato también la abandonara. Por eso, ante la persistencia de la mirada de él, no para de cantar y se ríe de cualquier cosa. El hombre de la ventana le envidia la alegría porque no advierte el simulacro. El gato sí lo advierte. Recela de esta actitud incongruente de la mujer, ¿por qué no se largará a llorar de una buena vez como desea? La observa un momento más, a la expectativa: ha vivido momentos muy lindos con ella. La mujer, consciente de la mirada del gato, hace una divertida pirueta de baile. Sin duda le ocurrió algo extraordinario, piensa el hombre de la ventana. No hay nada que hacer, concluye el gato, ya no es confiable. Alarga infinitamente su cuerpo gozoso, se da vuelta y, sin volver la vista atrás, salta la medianera y se va para siempre.

Portada 'Cuentos reunidos'-Liliana Heker
Portada de «Cuentos reunidos».

Horchata de Chufa

Acaba de sentarse a la mesa de un bar y mira a su alrededor con avidez. Es su primera tarde en Barcelona, todo le llama la atención. Detrás de la barra descubre el cartelito: Horchata de chufa. Apenas puede creerlo: el brebaje desconocido que hasta hoy —como la espada Excalibur o las alubias maravillosas— había estado construido con la materia sutil de lo leído está acá mismo, a su alcance, y ella, como tantos personajes de novela que han transitado por España, sólo tiene que llamar al mozo y, con la naturalidad de quien pide un cortado con medialunas, decirle (le está diciendo) Por favor, una horchata de chufa. La espera es un espacio delicioso en el que puede volverse real toda expresión extraña que alguna vez la haya hecho ensoñar. Está tan inmersa en su deseo que desatiende el momento superfluo en que el mozo deja el vaso alto, lleno hasta el borde de un líquido blancuzco. Con voracidad, como quien va a tragarse la luna, acerca el vaso a su boca.

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