Todo va bien hoy

Las relaciones están plagadas de altibajos, pero no solo las relaciones interpersonales; también las relaciones entre las personas y sus oficios. Eso lo saben, por ejemplo, los escritores. Como dice el autor de este texto, las palabras que necesitan ser verbalizadas, requieren también de una dosis justa de lucidez. ¿Cómo sabrá él cuándo tiene esa dosis?

Me gusta escribir, pero también me frustra. Comienzo un día cualquiera. Tecleo rápido, me detengo, vuelvo a comenzar, escribo un párrafo, dos, tres, cuatro, borro el tercero, corrijo el segundo, vuelvo al primero, comienzo un quinto, no me gusta, guardo el documento y lo cierro. Lo dejo dormir hasta el siguiente día. Lo vuelvo a abrir, lo releo y no me gusta, no me llena, siento que no soy yo. Siento que alguien más se apoderó de mí en ese momento, y que a través de mis dedos quiso escribir algo que no me refleja, que no siento, o quizás algo que sentí, pero que ya no reconozco. Espero que sea así.

Imagen que inspiró el texto. / Failing in the Art of Writing, Joey Guidone.  

Otro día nuevo y quiero escribir algo. La página está en blanco. Comienzo con lo primero que se me viene a la cabeza: “Tengo dos fotos frente a mí en este momento y me veo feliz, sonriente. Las veo detenidamente justo hoy, cuando las cosas comienzan a tornarse difíciles y vuelvo a sonreír al verme abrazando a alguien. Puedo seguir adelante”. No escribo nada más. No llega nada más. Tal vez no hay nada más que decir hoy, y quedo conforme con ello; guardo el documento y lo cierro. Probablemente no lo vuelva a ver. 

Me gusta escribir. Se siente bien saber que solamente yo soy capaz de combinar de esta manera específica las palabras que pienso. Pero de la misma forma me frustra, porque lo escrito es un reflejo de mi mente y sé que a veces tengo mucho que decir y ninguna claridad; en cambio, otras, muy poco que expresar, pero mucha lucidez. A pesar de eso, cada cierto tiempo, algunos días por mes, algunas semanas por año, se da la combinación perfecta de pensamiento y claridad. Cuando eso pasa, todo avanza, todo se mueve, los colores brillan, mis pies parecen caminar sobre nubes, los objetos me hablan, las emociones se hacen carne, los fantasmas comienzan a jugar a mi alrededor y todo va bien. Todo va bien hoy.


<mark style="background-color:rgba(0, 0, 0, 0)" class="has-inline-color has-black-color"><strong>Joaquín Castillo</strong></mark>
Joaquín Castillo

Tiene 33 años y es psicólogo de profesión. Nació en Lima, pero a los días de nacido lo llevaron a vivir a Huacho, donde pasó su niñez y adolescencia. Regresó a Lima a estudiar y ahí se quedó. Ahí vive, ahí trabaja, ahí se casó y ahí planea permanecer, pero hay algo que siempre lo regresa a Huacho. Fue alumno del taller Yo Escritor.

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