Hoy quiero hablarles de Magdalena, donde vivo con mi esposo Ronald y mi hijita Amelie (La «e» no se pronuncia). Vivimos en la calle San Martín. Con mi hija salimos todos los días rumbo al colegio, pero ya que ambas estamos de vacaciones, hoy vamos a visitar a mi mamá y vamos a aprovechar para describirles esta sección de la ciudad que hoy tiene mucho sol. Magdalena es un distrito de Lima muy agradable, que se siente seguro y que tiene muchos lugares de comida. Por aquí hay uno que se llama “El Lobo Marino”. Más allá está otro que se llama algo así como “Don Pedrito”, e inmediatamente hay otros dos sin nombre. La variedad de comida es impresionante. Con la disponibilidad de lugares para salir a comer más bien da fastidio cocinar en casa, pues además cada lugar huele más rico que el otro.
Hay comida marina, comida criolla, comida de distintas regiones del Perú que se pueden probar en unas pocas cuadras, como el ceviche, que es lo que más le gusta a mi hija (ella misma, que va caminando a mi lado, me lo ha dicho para que lo incluye en esta nota).
También podemos encontrarnos con diversas galerías y abastos. En las galerías podemos encontrar pollo, pero mucho mucho, mucho pollo, y muchas tiendas de verduras y frutas con gran variedad de colores. Es realmente hermosa la cantidad de colores que se ven en las frutas: naranja, rojo, verde… Por todas partes hay manzanas, mangos, sandías, maracuyás, piñas, uvas y deliciosas paltas (o aguacates, como le decimos en Venezuela). ¡Qué rico! Dan ganas de comer todo el tiempo.
Manchas líquidas y de personas
Lo que no me gusta es que las aceras estén sucias, y no por las bolsas o papeles, sino por los líquidos. Es una cosa que me desagrada y molesta. El boulevard y las vías peatonales están llenos de manchas, quizás por el mismo hecho de ser parte del mercado(porque también estamos cerca del Mercado de Magdalena). Hay manchas por la basura que se acumula, por los residuos embolsados. Cuando movilizan las bolsas se mancha el piso, pues se derrama el lixiviado, que es el líquido que la basura orgánica genera a medida que se descompone. Sin embargo, esto no hace que la cantidad de mercados y de gente sea menos agradable a los ojos.
La cantidad de personas que se acercan a esta zona de la ciudad para hacer compras es impresionante. Magdalena tiene áreas con muchísima gente y otras muy tranquilas. Las zonas alrededor del Mercado tienen gran volumen de gente, lo cual me agrada mucho porque puedo estar en mi casa tranquila y a dos o tres cuadras encontrarme con un bululú de personas caminando, comprando o conversando, además de toda esta parte colorida que les comento.
Es también un lugar con muchos espacios públicos de esparcimiento. Para que los niños y niñas se recreen hay parques, jardines y juegos infantiles. Una de las cosas que me impresionan es la sensación de seguridad que tengo al caminar a casi cualquier hora por las calles de Magdalena; en el parque puedes ver gente hasta muy, muy tarde. En este momento que vamos caminando a casa de mi mamá, cerca del mediodía, veremos el parque repleto de niños, y se ve así hasta tarde. Niños jugando y corriendo por los juegos infantiles reafirma esa sensación de seguridad que es compartida entre quienes vivimos por esta sección, al menos eso es lo que me trasmite el hecho de que estén hasta las 11 de la noche por aquí. Es algo que da calidad de vida.
El «Túpac Amaru»
Otra cosa que vemos por aquí es que los buses van para todos lados. Desde el Mercado o la plaza central de Magdalena se puede ir a casi cualquier rincón de Lima. Las líneas que pasan por aquí facilitan el traslado a distintas partes de la ciudad.
Aparte de eso, y entrando a un tema más personal, esta distancia que les estoy describiendo mientras voy caminando, es lo que mi esposo llama el kilómetro de la independencia. Es gracioso porque en realidad es mi independencia pero fue él quien le dio nombre. Un kilómetro es la distancia que nos separa de la casa de mi mamá. La casa de mi mamá está lo suficientemente cerca para mantener el contacto, la rutina de buscar a mi hija (porque ella la cuida mientras trabajo), y a la vez está lo suficientemente alejada para que nosotros podamos mantener nuestra privacidad. Este es un logro importante, sobre todo considerando que somos una familia muy cercana y que mi madre una persona muy apegada a nosotros (yo diría que demasiado).
Por cierto, este parque de Magdalena, el Túpac Amaru, está sumamente lindo. Realmente hermoso con sus jardines. Han puesto nuevas matitas de flores decorativas y espacios para sentarse. Por ser navidad hacen nuevas decoraciones: el árbol y el pesebre. Es un parque que en general está bien cuidado ya que la nueva administración ha puesto particular atención en él, renovando algunas áreas para que las personas estén más a gusto.
Modo niñez
Me llama también la atención una campaña que me parece súper favorable: alrededor de los juegos infantiles (y no solo en el parque Túpac Amaru, sino también en otros cercanos) han puesto letreros para que las personas estén más atentas a los niños. Se llama #ModoNiñez. Esta es una etiqueta creada para que padres, madres y cuidadores estén más pendientes de sus hijos e hijas mientras estos juegan en el parque, e incluso cuando van al baño. Indican con distintas frases que debemos estar observándolos y también anuncia a quienes puedan tener malas intenciones que hay vigilancia, que los están observando. Esto es muy interesante porque, si bien implica que los niños corren peligro y puede parecer alarmista, esto no es ajeno a la realidad del país. En el Perú, alrededor de dos mil personas desaparecen cada año y eso incluye a niños y niñas.
Otra cosa buena de esta nueva administración es que están colocando nuevos tachos, incluyendo algunos especiales para que las personas coloquen las heces de sus mascotas, algo particularmente importante en esta zona. Creo que la mayoría de los apartamentos tienen al menos un perro, porque se ve gran cantidad de personas paseando junto a sus perritos. Muchas de estas personas no recogen las heces de sus animalitos o dejan las bolsitas cargadas en cualquier parte. Los tachitos resultan necesarios. Además, a menudo se ve por las calles a la policía y al serenazgo a pie, en bicicleta o en carro, lo cual valoro mucho, porque suma a la sensación de seguridad.
Y ya llegando a mi destino, con mucho cariño me despido.