«Caminaba lenta, golpeando las rodillas en la tela del abrigo con un débil ruido de toldo que sacude el viento». Muchos autores pueden hacer que veas una escena; pocos, que la escuches. Nacido en Uruguay en 1909, Onetti publicó en 1939 su primera novela titulada «El pozo», luego de varias decepciones amorosas y trabajos fallidos. Pronto lo llamaron maestro, cosa que lo molestaba. Cuando le pedían autógrafos, se rehusaba a darlos. Sin embargo, cuando de consejos se trataba, no tenía ningún reparo. Aquí, el «Decálogo más uno» que escribió.
- No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo.
- No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Este solo se asusta cuando le amenazan el bolsillo.
- No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda.
«El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo».
- No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético.
- No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar.
- No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo.
- No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios.
- No olviden la frase, justamente famosa: dos más dos son cuatro; pero ¿y si fueran cinco?
- No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario.
- Mientan siempre.
- No olviden que Hemingway escribió: “Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer.”