¿Alguna vez se han puesto a pensar el gran impacto que tienen los animales en nuestras vidas? Considero que las personas que no tienen mascotas no son completamente felices.
Un lunes 10 de septiembre del 2018 mi tío Paco encontró una gatita abandonada en medio del parque al que suele salir cada mañana a correr. Una gatita de color gris que no cabía ni en su mano y a la que solo acompañaba un pequeño gorro rosado de lana. Un lunes 10 de septiembre del 2018 mi tío Paco encontró a una gatita que nos cambió la vida.
Debo confesar que yo no era gran admiradora de los gatos, siempre preferí a los perros. Es por eso que tengo un bichón frisé llamado Snoopy, pero ya les contaré de él en otro momento. No sabía si mi rechazo a los gatos se debía a la enorme alergia que me causaba su pelaje o al hecho de que siempre había creído que eran unos animales fríos y ariscos. En mi mente jamás se había cruzado la idea de tener un gato, o de ser cercana a uno, hasta que apareció Xena; la princesa guerrera.
Mi tío le puso ese nombre porque, desde el día uno, aquel felino demostró fortaleza y ganas de seguir viviendo. Los veterinarios pensaron que no resistiría, tenía aproximadamente dos semanas de nacida y estaba lejos de su mamá, tenía pulgas y un ojito legañoso que no la dejaba ver bie, se había resfriado y su sistema inmunológico no era tan fuerte, pero en nuestros planes no estaba perderla. Apenas tenía unos días en nuestras vidas y ya se había robado nuestros corazones, incluso el mío, el de alguien que había jurado que nunca le agradaría un felino.
Pasaron las semanas y Xena comenzó a crecer. Mi tío se encargó de darle leche cada tres horas como a un bebé recién nacido. Yo iba entusiasmada cada sábado a su casa para verla y jugar con ella. En cuestión de un par de meses, Xena ya era otra. Había crecido, se había curado y las pulgas habían desaparecido una por una.
No fue hasta su tercer mes de nacida que sentí una conexión más fuerte con ella. Mi tío tenía que viajar a España por tres meses y me había pedido que la cuidara. Yo por supuesto estaba feliz. Había pasado de detestar a los gatos, a amarlos. O quizás solo a ella. Fueron tres meses, durmiendo con ella, atendiéndola, y viéndola crecer. Viendo cómo aprendía a escalar el lugar más alto para esconderse en el rincón más calientito.
Puede que a Snoopy le haya dado celos ver cómo alguien más recibía cariño, pero poco tiempo después hasta él aprendió a quererla. Yo no la quería devolver, me había encariñado mucho con ella. Luego de los tres meses, busqué cualquier excusa para que mi tío permitiera que se quedara en mi casa un fin de semana o hasta más.
Xena, a pesar de sus travesuras y de los tantos cargadores que me ha estropeado, ha sabido ganarse mi corazón. Cuando me preguntan cuántas mascotas tengo, siempre digo dos, porque aunque no viva con ella, siento que es parte de mi familia.
Hace seis meses que no la veo por culpa de la pandemia, así que me encuentro contando los días para que llegue Navidad y pueda abrazarla una vez más.