Listo para echar a correr

Me quito los lentes, froto mis ojos con mis nudillos. Los abro y todo sigue igual: el lugar descomunal y yo minúsculo. Vuelvo a sobarme los ojos, ahora con más fuerza. Así una, dos, tres veces, hasta que los ojos comienzan a arderme como si tuviera conjuntivitis.

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