El taller aún no había comenzado, pero ya debían escribir un poema. Rossella deseaba conocerlos a través de la forma cómo escribían. Todos los inscritos enviaron sus poemas de presentación. Algunos cortos; otros extensos. Todos muy íntimos. A lo largo de las seis clases los revisaron. Siempre hubo diálogo. Así como analizaban los poemas de escritores ya consolidados, analizaban los suyos. Discutían, apuntaban los consejos que les daba Rossella. En una ocasión ella les dejó otra tarea: «Escriban cinco versos acerca de su taza preferida». También todos enviaron y todos los revisaron. Para la última clase algunos trajeron sus poemas corregidos. Son estos últimos los que les compartimos a continuación. Unos excelentes primeros poemas.
Careta
Un par de meses pedaleando
desde que partiste
Cientos de kilómetros
centenares de lágrimas y
caballos de fuerza
en estas colinas secas, arenosas
Trepar cerros, largar la trocha,
envalentonar el cuerpo.
Del senderismo al ciclismo,
evitando la tristeza
del abrazo pendiente
y fingir sonrisas
a tu corazón que me falta.
Violeta Gonzales Blanco.
Mi taza
No es una cualquiera, no descansan mis labios
sin recelo sobre porcelana extraña.
Sin pudor, por hábito te tomo
y una vez vista a plenitud tu desnudez,
como siempre después de la lluvia te cobijo en la cocina.
Fiorella Camus.
Caos
Hallar tu palabra
Observarla en mi mente
Mientras tus recuerdos desaparecen
La encontré
Perdida entre el desorden
Pero ya no es tuya
La dejaste y otra persona vino por ella.
Alexander Sotelo.
Mi taza
Junto a una ventana fría
sedienta espera
un té quiero un café pasado
una nube caliente rodea tu boca
que abriga mis labios secos.
Haydeé Madalengoitia Gaona.
Himno
De costillas para abajo
estoy exhausta.
Heredo en el vientre un
cangrejo negro invertido.
Tengo en las legañas
la imagen de mi padre en agonía
haciendo preguntas que
su dios no responde.
Nos condena el mismo ombligo
también mis entrañas
se fatigan
a su mala sombra.
Una tregua por ahora
mis tripas se destuercen
y todavía no me acabo.
Cristina Rojas.
Mi taza
No hay taza en mi vida
porque aunque la llene y la llene
la taza y mi vida siempre estarán vacías
y nunca me interesará qué tomar o en qué taza
porque siempre siempre es cerveza llena y después vacía
tristeza.
Cristian Madalengoitia.