De momento mi mayor contacto con la naturaleza consiste en el ejercicio cotidiano de mirar a un par de palomas que están haciendo nido cerca de mi ventana. Nos gusta llamar al macho ‘la paloma espía ‘ porque siempre lo pillamos mirando hacia nuestra habitación, pero en realidad el servicio de espionaje se da en ambos sentidos.
Una mañana despertamos y nos dimos cuenta que el macho andaba en plena labor de colectar ramitas para armar su nido. La sorpresa fue el verlo ir y venir a pie con unas ramas largas y de hecho que pesadas para el pico de un palomo. Quizá por eso iba a pie. Pacientemente el palomo anduvo caminando toda la mañana con las ramitas más bonitas que encontró. Su trayecto era en forma de L y en un tramo desaparecía, así que nunca supimos dónde fue que andaba construyendo su casa.
«Por las tardes se espulgan mutuamente y luego parece que se besan, aunque quizá solo intercambien bichitos con el pico, que es lo más cercano a un beso humano.»
Lo que si sabíamos es que había sido desalojado de su antiguo nido a punta de escobazos por una vecina que estaba un poco harta de que le anduvieran cagando las ventanas.
Pobres palomas. Empezar de cero no parece ser más fácil para un ave de la urbe. La pareja de palomas me genera mucha ternura. Por las tardes se espulgan mutuamente y luego parece que se besan, aunque quizá solo intercambien bichitos con el pico, que es lo más cercano a un beso humano.
Cuando sale el sol se posan en el muro que separa mi casa de la casa del vecino y se quedan quietas para recibir la luz y el calor y sus plumas se vuelven redondas y toman una apariencia que las hermana con las alcachofas.
Pasamos mucho tiempo observando a las palomas. Tanto así que a veces conversamos sobre ellas en los desayunos. Incluso intercambiamos comentarios con nuestras madres, que también las miran de cuando en cuando. ‘Ya llegó la palomita’ dice la abuelita Libia sosteniendo a un bebé en brazos y acercándose a la ventana. Los bebés ya se dan cuenta de la existencia de las palomas y a veces las reclaman para sí.
«Sabemos que tenemos que exponerlos a distintos entornos porque es parte de su aprendizaje sensorial, pero nos cuesta adaptarnos a la realidad. Es el encierro nuestra manera de mantenernos cuerdos y protegidos.»
¿Cuánto tardará una paloma en construir su nido? Voy a google enseguida y escribo ‘paloma’ en el buscador. Descubro que las palomas son aves monógamas, autoconscientes y que pueden diferenciar la forma hostil de la amable con las que son tratadas por los humanos. Además, tanto macho como hembra empollan los huevos. La construcción del nido es también una tarea conjunta, el macho lleva las ramitas con las que la hembra empezará la construcción. Sigo leyendo y el asunto se pone algo siniestro, ya que el nido también puede consolidarse con residuos fecales de sus habitantes e incluso con pichones momificados. Después de un rato de andar leyendo sobre palomas no doy con el dato del tiempo.
Todavía no nos animamos a llevar a los gemelos a los parques vecinos. El miedo aún impera. Sabemos que tenemos que exponerlos a distintos entornos porque es parte de su aprendizaje sensorial, pero nos cuesta adaptarnos a la realidad. Es el encierro nuestra manera de mantenernos cuerdos y protegidos. Algunas veces entramos al pequeño jardín de la abuelita Anita (mi madre) que tiene nardos, rosas, crotos y azucenas. Ahí los bebés aprenden algunos colores y olores y formas. A veces, si sale algo de sol, los tenemos transitando por la casa sin cobija y por ahí que dejamos que les caigan unos rayitos. Qué extraño es el tiempo en que les ha tocado nacer. No nos dejamos vencer por el pesimismo, tampoco recurrimos a artificios para mejorar nuestro ánimo; de momento, seguimos espiando a las palomas y recibiendo aprendizaje del trocito de naturaleza —tan sabia y tan basta— al que podemos acceder.