Los recuerdos de infancia que nos devuelven las fotografías son detonadores poderosos. Esta historia de cumpleaños mezcla las memorias del niño y el adulto que escribe. ¿A qué edad tuviste tu primera fiesta inolvidable?
Debe ser la primera y última vez que disfruté de un cumpleaños. Cumplía siete y era febrero del año 97, seis meses antes de que Servando y Florentino tocaran en la Feria del Hogar en un concierto en el que cinco adolescentes murieron asfixiadas. Recuerdo esto ahora porque ‘La fan enamorada’ fue la más bailada de la tarde. Todos intentando hacer la popular vueltita de Salserín. También, porque dos primas llevaban la letra de la canción estampada en las espaldas de sus polos.
Siete años habían pasado para que mis padres me organicen una fiesta en casa. ¿Por qué no lo hicieron antes? Nunca se los pregunté y nunca lo haré. Sus prioridades deben haber tenido. La casa estaba adornada con globos que tenían mi nombre y que colgaban de paredes y techo, serpentinas de varios colores y al fondo y sobre la mesa, un cartel hecho en tecnopor que decía: “Bienvenidos a mi fiesta: Mis 7 añitos”, así, en diminutivo. Seguramente hecho para niños menores y con el número adaptado para los fines del caso.
A pesar de que tenía medias de vestir casi hasta las rodillas, yo estaba orgulloso de presentar en sociedad a mi Power Ranger. No era el rojo que había pedido, pero igual lo mostraba con orgullo. Así es que cuando me pidieron una foto, quise que lo descolgaran del techo para abrazarlo y posar. Mi piñata y yo, directo al álbum familiar. Recuerdo haber estado la noche anterior llenando al Power Ranger con golosinas, muñecos huecos de plástico, pica pica y algunos otros juguetes. Me daba pena saber que su destino sería morir a palazos, pues me había encariñado con él, pero qué se le va a hacer. Perdía un amigo, ganaba una máscara de Power Ranger.
Mis padres habían regresado muy tarde de comprar las cosas para mi fiesta. Además del confeti y las golosinas, compraron una pequeña radio que reproducía cassettes, indirectamente el mejor regalo que recibí. La alegría que tuve cuando le descubrí la función de grabado de radio FM, es solo comparable con la que tuve cuando conocí el chifa. Mi madre inflaba globos mientras mi padre enceraba el piso y yo los miraba desde el sofá, seguramente acariciando mi piñata.
«La alegría que tuve cuando le descubrí la función de grabado de radio FM, es solo comparable con la que tuve cuando conocí el chifa.»
Era un verano con muchos insectos y la limpieza había alborotado a algunos. Vi una araña grande subir por los cojines y cuando vino hacia mí me congelé. No sabía qué hacer y parecía que el Blue Ranger tampoco. Estaba casi seguro de mi destino: experimentar mi primera mordedura de araña, y no podía gritar para avisar que el bicho venía hacia mí. A pocos centímetros de mi pierna, mi papá la aplastó con una servilleta que dejaba ver un payaso impreso.
¿Estás bien? me preguntó, había notado mi miedo. Sí, contesté en voz baja y a punto de llorar. Ya en mi cama pensé que no quiero tener hijos, porque entonces seré yo quien mate a la araña.
Autor: Martín Lino.