Nadie me ha pedido que escriba sobre Allujo. Pero desde hace tiempo sabía que iba a hacerlo. Lo sabía, porque la presencia de Allujo en mi vida ha originado tantos pensamientos… Pensamientos de asombro que no tuve tiempo de verbalizar, y que luego se me escaparon. Sé que algo se moviliza dentro de mí cuando estoy en su compañía. Casi nunca me doy cuenta, porque ando distraído, pensando en la imposibilidad de avanzar con mi novela porque no tengo tiempo, porque en la escuela hay tanto por hacer […]
Desde que tengo memoria soñaba con tener un perro. Cada vez que tenía la oportunidad se lo pedía a mis papás. Ellos siempre tenían alguna excusa para no ceder: «Te va a dar alergia», «No lo vas a cuidar», «No hay espacio». Y terminaba desilusionada porque sabía que no pasaría. No fue hasta mis diecisiete años que mis papás accedieron a regalarme uno. ¿La razón? Había encontrado una raza hipoalergénica, un bichón frisé de tamaño mediano, perfecto para vivir en un departamento. […]
Un lunes 10 de septiembre del 2018 mi tío Paco encontró una gatita abandonada en medio del parque al que suele salir cada mañana a correr. Una gatita de color gris que no cabía ni en su mano y a la que solo acompañaba un pequeño gorro rosado de lana. Un lunes 10 de septiembre del 2018 mi tío Paco encontró a una gatita que nos cambió la vida. […]
Como fuere, sé que el sonido hará que en cualquier instante Rocky haga sentir su presencia. Y no me equivoco. No termino de pensar en ello cuando un ladrido agudo y dos arañazos a la puerta metálica que da a la calle me hacen reaccionar. Empujo mi cuerpo fuera de la ducha y corro. Bajo las escaleras. Mientras, un ladrido más, dos arañazos más. «¡Ya, Rocky! Espérate» grito, y al quinto escalón me detengo. Me doy cuenta de que estoy desnudo. No hay realmente un problema en esto, total, mis padres están fuera, pero Ñato ya una vez se escapó cuando abrimos aquella puerta para que entrara Rocky. ¿Y si esta vez también me madruga? […]
Una mañana despertamos y nos dimos cuenta que el macho andaba en plena labor de colectar ramitas para armar su nido. La sorpresa fue el verlo ir y venir a pie con unas ramas largas y de hecho que pesadas para el pico de un palomo. Quizá por eso iba a pie. Pacientemente el palomo anduvo caminando toda la mañana con las ramitas más bonitas que encontró. Su trayecto era en forma de L y en un tramo desaparecía, así que nunca supimos dónde fue que andaba construyendo su casa. Lo que si sabíamos es que había sido desalojado de su antiguo nido a punta de escobazos por una vecina que estaba un poco harta de que le anduvieran cagando las ventanas. […]