Ella, una adolescente gordita a la que le habían crecido unas tetas inmensas durante el verano, acababa de cumplir trece años. «No te preocupes, hija, está en la edad del patito feo. Ya después adelgazará» le escuchó decirle a su tía que hablaba con su madre. Su madre vivía preocupada, pues su única hija mujer estaba subida de peso y las blusas del colegio del año anterior ya no le cerraban. Además, las tetas grandes que precozmente había desarrollado llamaban la atención de los hombres. «Ay, hija, ojalá. Dios te oiga» contestó su madre. «Pero es que esta chica no entiende cuando le digo que deje de comer. El otro día le encontré una caja de panetón vacía debajo de la cama». […]
Alguna vez hice lo del niño en la foto. No precisamente para leer, sino para colocarme los audífonos y escuchar música de mi MP4. Recuerdo taparme todo yo con la manta para que el resplandor de la pantalla no se filtrara fuera de mi habitación. Era un niño, y como niño tenía una hora de dormir, una hora que debía respetar si no quería que mi papá me regañara. Al final siempre lo hacía, porque me quedaba dormido al día siguiente y salíamos más tarde de lo habitual, con el peligro de que llegáramos a mi escuela luego de que sonara la campana. Me pregunto si esa travesura será una de las causantes de que sea medio cegatón. […]
Mi relación con la escritura es muy extraña. De pronto me doy cuenta de que me encanta, de pronto me doy cuenta de que me llega al chopin. De pronto me siento creativo, imagino ideas y las tecleo, o de pronto solo me confundo más de lo que estaba. […]