Leonardo Caparrós no solo es escritor. Es también abogado y político. Ha ejercido cargos como Viceministro y jefe del Inpe, lo que lo ha puesto en contacto con distintas realidades. Sus personajes no siempre tienen finales felices. Su obra está impregnada de un gran existencialismo. Sobre su visión de la escritura y su proceso creativo, Caparrós contestó el test Machucabotones.
¿Escribes todos los días o solo cuando tienes ganas?
No tengo la disciplina para escribir todos los días, a pesar de haber tratado, pero tampoco escribo sometido a mis humores. Me impongo metas, objetivos pequeños y medianos que apunto en una libreta o memorizo. Terminar tal capítulo para el viernes, redondear aquel cuento, avanzar al menos diez páginas para fin de mes, lo que sea, sin reglas ni formatos. Luego ejecuto en cualquier horario y sin días prestablecidos, aunque son las noches mis preferidas, pues mis hijos duermen, mi esposa se adueña de control remoto y el celular modera sus exigencias.
¿Para qué escribir en estos tiempos?
Porque ahora más que nunca necesitamos contarnos historias. Las que nos hacen olvidar por unos momentos nuestra dura realidad, y las que nos recuerdan que tenemos estar siempre atentos para aprender y mejorar. Las que nos cambian para toda la vida, y las que nos convierten por tan solo unos minutos en personas de otro tiempo y lugar. Pero sobre todo, hay que escribir para nunca dejar de leer.
¿Cuándo a mano y cuándo en el teclado?
A mano muy poco. Las tarjetas en un ramo de rosas, el mensaje de despedida en la madrugada antes de un viaje o los post it en la paredes con la lista de alguna compra. Para todo lo demás, está el teclado.
«es jugando como enamoro a mi esposa, como me conecto con mis hijos y como me relaciono con el mundo».
¿Cuál es tu método para escribir?
Empiezo intuitivo, con una idea pequeña, casi un dato: un personaje, una escena, o quizás la ameba de un argumento (algo así como: Loretano postulará al Congreso y hoy empieza su campaña). Todo es desordenado en esta etapa, los párrafos aparecen y desaparecen casi al mismo ritmo, hasta que en algún momento una idea más o menos concreta ve la luz. Sobre esa base construyo el resto del texto, batallando por saber dónde terminará todo ese lío. No tengo claro cuándo ocurre, pero ocurre. En algún momento el final aparece, normalmente en sueños y mientras dormito. El 10% de la tarea ha terminado, solo falta corregir.
¿Qué conservas de tu ‘yo niño’?
Creo que mucho, quizás mas de lo que debería. La ilusión por empezar una y otra vez, las ganas de que todo sea siempre un juego y mis deseos irrefrenables de joder. Pero si tengo que escoger, me quedo con jugar, porque es jugando como enamoro a mi esposa, como me conecto con mis hijos y como me relaciono con el mundo.
¿Qué te gusta de tu ‘yo escritor’?
Que sea necio, pues gracias a eso sigo escribiendo, por su incasable necedad.
¿Si mañana todo se termina?
No me preocupan los finales, me gustan más los inicios. Si mañana todo termina, quiere decir que mañana temprano empezará mi último día ¡Emocionante!
¿Cómo te das cuenta que un texto ya está listo para ser publicado?
No me doy cuenta, por eso necesito un editor. Y a veces tampoco le creo.
¿Cómo le explicarías a un niño de qué trata tu escritura?
Le diría que me gusta la gente como es. Que él mismo podría ser uno de mis personajes y su historia una de mis historias. Le explicaría que me gusta la gente que come, que juega y se equivoca, la gente que baila, que besa y que llora, me gustan los que sufren y los que son felices. Todos ellos tienen vidas emocionantes y a mí me gusta contarlas. A veces también muere gente, le diría, lamentablemente.
