Es el primer lunes de julio y me siento a la deriva. La semana nueva me empuja a buscar hitos en esta segunda mitad del año. ¿De qué me puedo colgar hasta volver a tierra firme?
Hay un pasaje en Mientras escribo, el libro de Stephen King en el que hace memoria de su oficio de escritor, donde describe los diferentes espacios de trabajo que había ocupado a lo largo de su carrera. De una juventud muy modesta, escribiendo afiebrado en cualquier rincón, pasó a ocupar un escritorio que dominaba un cuarto entero cuya función era aislarlo del mundo. Dice que este exceso coincidió con un periodo de adicción al alcohol y las drogas; él se justificaba diciendo que eran el motor de su productividad. La adicción, el escritorio, la parafernalia de la escritura. Al final Stephen King nos cuenta que dejó de tomar y de drogarse y que volvió a un escritorio pequeño en un rincón de la sala de estar.
Me copio de él. En lugar de buscar auxilio en la parafernalia, regreso a lo básico. Hasta volver a tierra firme, me abrazo de lo cotidiano. El ritmo natural, para mí, se marca con lentejas; todos los lunes sé que me esperan perfectas en su sencillez. A mi rutina de los lunes le voy a sumar otras prácticas que comparten el mismo espíritu de simplicidad. Hoy comienzo por el orden mi escritorio, lo más básico. Siento que mis ideas se van acomodando también.
En lugar de buscar auxilio en la parafernalia, regreso a lo básico. Hasta volver a tierra firme, me abrazo de lo cotidiano.
Para empezar bien la semana, además de ordenar, voy a cuadrar mi lista de pendientes con la realidad. Voy a poner en la agenda un bloque para el autocuidado (una sesión de privación sensorial) y un bloque para la diversión (aprender una coreografía de Tik Tok — no juzguen, el gimnasio es caro). Espero que también tengas una gran semana. Y si no, espero que tengas un buen libro. Recomiendo Mientras escribo. ¡Un abrazo!
Autora: Cristine Tamayo.