María de los Ángeles

—Mamá, mamá, ¡no puedo dormir! —exclamó su pequeño hijo, en tanto se encogía de frío bajo su manta—. ¿Me puedes contar otra vez cómo conociste a papá? Poorfiiiis.

—Claro que sí, Julito —respondió cariñosamente, mientras iba ordenando los juguetes que demarcaban un sendero de la puerta a la cama—. Acurrúcate un poquito, para que me pueda echar yo también. Pues bueno, fue hace ya casi cinco años que conocí a tu papá en la fiesta de cumpleaños de tu tía Maritza. Yo estaba en mi tercer año de universidad y realmente no tenía vida social. Siempre me había costado hacer nuevas amigas y solamente pensaba en los estudios, así era como tu abuelita me había criado. Pues bien, al llegar a casa de Maritza me topé con el chico más guapo que jamás había visto. Era alto, fornido, de cabellera negra y frondosa, pero aparte de un rostro precioso, era su barba larga con una trencita al final, así tipo vikingo, lo que le daba una mayor personalidad. Él siempre fue muy estiloso, siempre. Pero bueno, sigo. Como yo era muy tímida, le pedí a tu tía Maritza que nos presentara, pero ella me respondió al instante No seas tonta, Mari. Es mejor que vayas tú sola, si no, por qué tipo de mujer te va a tomar. Yo moría de vergüenza, pero realmente quería hablar con ese chico barbudo tan guapo. Además, tu tía tenía razón, ninguna mujer respetable pediría que la presenten. Así que me armé de valor y, con dos copas en mano, me dirigí hacia él y me presenté Hola, me llamo María de los Ángeles. Él me respondió que se llamaba Roberto, que era amigo del colegio de tu tía y que estaba en quinto de media. Felizmente tu tía le había re-insistido para que fuera. Yo pensaba «Roberto, qué nombre más bonito». Y claro, mi rostro se puso de un rojo tomate. ¡Puf! Pero no me importó. Había logrado conocer al chico más guapo de la fiesta y eso me bastaba. Había sido amor a primera vista.

Lo sombrío y lo cristiano: temas recurrentes en los relatos del autor.

—¿Y después, mamá?

—Desde ese momento tu papi y yo fuimos inseparables. Nos llamábamos todos los días y nos veíamos cada fin de semana. Nos moríamos de tanto amor el uno por el otro que, ni bien se graduó del colegio, fui a ver a su mamá a escondidas y le pedí la mano de tu papá Roberto. Unos días más tarde, mientras paseábamos a las orillas del mar, me empapé de valor y al ritmo de las olas le pregunté Amor, ¿quieres casarte conmigo? ¡Sí, por supuesto, claro que sí! Entonces festejamos mucho. Solo nos detuvimos cuando la luna se nos acercó para darnos su bendición. Un año después nos casamos. La ceremonia fue de ensueño, no podía contener las lágrimas mientras veía a tu papi Roberto llegar al altar, y mucho menos él. Si se hubiese tratado de un concurso de sollozos felices, él seguramente ganaba, ya que esas lágrimas no hacían más que enmarcar su rostro perfecto, en tanto que recalcaban esos ojos color café tan puros y llenos de emoción. Éramos la pareja casi perfecta en el día perfecto. Casi perfecta porque nos faltabas tú, Julito. Pero felizmente no te hiciste esperar y un año más tarde llegaste a nuestras vidas.

—¿Y cómo fue eso, mamá?

Casa en Berlín, ciudad en la que vivió el autor.

—Pues tu papá Roberto, como es tradición, fue quien te trajo al mundo. Felizmente mi embarazo fue el más tranquilo de la historia. Tú siempre fuiste un amor, incluso desde la barriga. Además, tu papi siempre fue muy cuidadoso, y aquella noche no fue diferente. Mientras tu cabecita se iluminaba con la luz lunar y abrías tus ojitos inocentes, fue él quien con mucho cuidado y cariño te apapachó. Él fue quien te marcó este ombligo pequeñín que tienes en la pancita, él fue quien te dio el primer baño, y él fue quien te vio dormir por primera vez. Tu papi Roberto desbordaba de mucho amor por ti; era el papá más feliz que jamás había visto. Algún día, cuando tú también seas padre, vas a descubrir la potencia infinita que le da forma al amor paternal, y estoy segura de que cuando lo experimentes verás el mundo con otros ojos. Y bueno, al amanecer, mientras yo me preparaba para tu bautismo junto a tus abuelitas, tu papá se hacía cargo de los arreglos ceremoniales. Tu papi Roberto fue siempre un perfeccionista. El jardín lucía increíble, la pila bautismal en el centro estaba impecable: era un trono dedicado al amor. Tu papá no solamente había pulido la piedra hasta hacerla brillar, la había transformado con todas sus energías; había decorado con diversas flores y rosas multicolor los pies de la pila, y enfrente había posicionado nuestro libro sagrado. Nuestro jardín irradiaba de un amor infinito. Todo estaba listo para que cayera el mediodía y pudiéramos bautizarte bajo el cariño solar, pero tu papi no quería soltarte. Te amaba tanto que le era muy difícil apartarte de su contacto. Tus abuelitas tuvieron que convencerle para que te pusiera en medio del baptisterio. Cuando al fin logró hacerlo, tu papá no podía controlar su llanto. Cuando alguien ama tanto, es imposible que el cuerpo se contenga, de alguna u otra forma todos esos latidos se nos escapan e invaden a otros. Esa es la experiencia más bonita de convertirse en papá: transmitir todo ese amor a sus seres queridos.

—¿Y luego, mamá? ¿Qué pasó? —Julito esperaba la mejor parte de la historia con ansias.

—Pues, en lo que las campanas empezaban su cuenta regresiva, tus abuelitas sostuvieron a tu papá Roberto y lo llevaron hacia ti; en tanto, yo me acercaba a él para susurrarle al oído Siempre has sido y serás el único gran amor de mi vida. Fue entonces, exactamente al eco de la duodécima campanada y embriagados del aura solar, que besé los labios de tu papi mientras mis manos, bajo el incandescente cenit dorado, se hacían de la daga bautismal para con mucha reverencia atravesar su corazón puro, y con su sangre espesa de pasión, bautizarte con mucho amor, Julito.


<strong>Miguel Ángel</strong>
Miguel Ángel

Tiene 34 años, repartidos entre Ica, Lima, Ciudad de México, Bruselas y Berlín. Está contra el falogocentrismo sistémico, en eterna relación de amor-odio con el cinismo y no se toma nada como natural. Arquitecto, sociólogo en formación, fotógrafo amateur, políglota y narrador de universos. Ha llevado el curso Yo Escritor.

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