De las bellas ilusiones cuando empieza el enamoramiento no quedaba ni rastro

Hay veces en las que, en medio de una discusión, la emoción nos gana y decimos cosas de las que luego nos arrepentimos. ¿Te ha sucedido?


—Buenos días, pa.

—Buenos días.

Una voz cansada, sin brillo. Desorientado en su propia casa sin sentirla como suya, ni a sus hijos, ni a su esposa. Su mente y su corazón ya estaban lejos de ahí, solo un cuerpo humano hacía presencia.

—¿Vas a desayunar?

—No sé. Si hay, bien pues…

Encorvado al borde de la cama, con la cabeza gacha y la mirada distante como un hombre ante el fracaso. Cómo odiaba ella ese tipo de respuestas, esa forma tan abandonada de sí mismo. No se importaba él mismo ni le importaban los demás.

—Hoy es cumpleaños de mi mamá.

—Como ella tiene plata, seguro va a festejar. Seguro vienen tus tías. Que festeje, yo no voy a estar.

—¿Por qué no?

—Yo me voy, estoy cansado.

—¿A dónde?

—No lo sé, ya veré.

He aquí el padre de la autora.

Mientras decía eso, cogió una bolsa de mercado en la que metió un par de frazadas, un par de mudas de ropa y un par de zapatos. Ella lo miraba con miedo. Tenía miedo de lo que estaba a punto de hacer. ¿Qué decir? ¿Cómo actuar? ¿Detenerlo?

Se quedó mirando cada movimiento de su padre. Parecía una película en cámara lenta. No podía, no sabía y no quería hacer más. Se sentía tan sola.

—¿Estás seguro?

—Sí.

Una respuesta que parecía ser dicha no a la hija, sino al rival, al enemigo, a la persona en quien no confías. No había más que decir.

«Hay frases que los hijos no deberían decir a sus padres, hay frases que los padres no deberían decir a sus hijos».

Le vio levantar la bolsa, alistar lo poco que llevaba e irse con el estómago vacío. No tomó ni un vaso de agua. ¿Qué era lo que le enojaba tanto? ¿La falta de poder económico, o esa relación gastada por el tiempo, la monotonía y la crianza de los hijos? De las bellas ilusiones cuando empieza el enamoramiento no quedaba ni rastro.

Escuchó que la puerta de la calle se abría. Era su madre. Pensó que se verían en la puerta, que empezaría una nueva discusión. El temblor en sus manos, la agitación en su pecho y la falta de aire anunciaban lo que estaba sucediendo: su padre se iba el día del cumpleaños de su madre.

Él arrastraba la bolsa escaleras abajo, ella lo seguía. Mientras miraba cada paso de su padre, la rabia, la impotencia y la tristeza se apoderaron de ella. Fue vencida por lo primero.

—Si te vas, ¡no regreses!

Tenía la rabia en la garganta, como la pólvora en el cañón cuando revienta. Esa frase la golpearía por muchos años cada vez que recordara ese momento.

Hay frases que los hijos no deberían decir a sus padres, hay frases que los padres no deberían decir a sus hijos. Pero el corazón humano es débil, somos seres vulnerables.


Yessica Ana Huallpa Mendoza
Yessica Ana Huallpa Mendoza

(Cusco, 1986). Estudió psicología. En ese proceso descubrió más acerca de sí misma, sobre todo su pasión por la escritura. Ha escrito desde los 13 años. Considera que la escritura ha sido un camino de autoconocimiento y sanación.

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