Ella, una adolescente gordita a la que le habían crecido unas tetas inmensas durante el verano, acababa de cumplir trece años. «No te preocupes, hija, está en la edad del patito feo. Ya después adelgazará» le escuchó decirle a su tía que hablaba con su madre. Su madre vivía preocupada, pues su única hija mujer estaba subida de peso y las blusas del colegio del año anterior ya no le cerraban. Además, las tetas grandes que precozmente había desarrollado llamaban la atención de los hombres. «Ay, hija, ojalá. Dios te oiga» contestó su madre. «Pero es que esta chica no entiende cuando le digo que deje de comer. El otro día le encontré una caja de panetón vacía debajo de la cama». […]
Mi mejor amiga, Caro, había recibido una invitación doble para el avant premier de una película. Me había dicho para ir juntas. Como mi mamá estaba en Iquitos, entonces le pedí a Caro que también me acompañase a ver qué atuendo utilizaría. En esos tiempos no sabía ni maquillarme. Así como de algunas personas se dice que tienen dos pies “izquierdos», de mí podía decirse que tenía dos manos “izquierdas”. Necesitaba ayuda para maquillarme y demás recutecus. […]
Mi relación con la escritura es muy extraña. De pronto me doy cuenta de que me encanta, de pronto me doy cuenta de que me llega al chopin. De pronto me siento creativo, imagino ideas y las tecleo, o de pronto solo me confundo más de lo que estaba. […]