«Yo grito para llamarte la atención; y tú, para llamar nuestra atención»

Uno de los personajes de «La Madre» de Gorki dice: «Las madres tienen lágrimas para todo… ¡Para todo! Si usted tiene madre lo sabrá». ¡Cuánta razón! Tienen para una desilusión, para una alegría, para una frustración, y para sentirse orgullosas de sus hijos que, conforme crecen, se convierten en los seres humanos sensibles y honestos, valientes y perseverantes que ellas imaginaron y desearon que fueran. La autora le dedica este relato a su hijo.

A los dos años y medio escuchaste la primera de tus canciones favoritas. Un grupo indie llamado Foster the People te hacía mover la cabeza de arriba abajo y de lado a lado, llevando el ritmo como poseído y en trance. No podías entender lo que decían, ni repetir lo que escuchabas. Luego llegarían otros grupos cuyas canciones a mí me vacilaban. Rock, pop, indie, electropop… el repertorio completo de Doble 9. En los veranos llevábamos tu CD de música alternativa para pasársela al disyóquey de la chicoteca. Mientras los demás niños pedían los hits del momento, nosotros bailábamos al son de Empire of the Sun, Ylvis, Iconica y Sweedish House Mafia. A los cuatro te llevamos a dos conciertos de tus grupos favoritos. Yo me enorgullecía pensando cómo había influenciado en ti mi gusto por la música. Compartíamos los mismos playlists. Si se te ocurría pedirme la misma canción una y otra vez, no tenía problema en ponerla, total, tus gustos eran también los míos. Luego te perdí con el reguetón. Aunque quise convencerte de que Foster y Empire estarían muy tristes de saber lo que ahora escuchabas, te entregaste a él, abandonándonos. Pero esa será otra historia. Nuestro primer amor compartido fue a través de la música.

Mirando un poco más hacia atrás, iniciamos nuestra familia con la adopción de Sasha, una labradora que nos revolucionó la vida, porque poco sabíamos de perros cuando decidimos hacerla nuestra. Resultó ser alfa. No sé quién domesticaba a quién, si nosotros a ella, o Sasha a nosotros. A patadas aprendimos a aceptarla, luego a quererla y, después de trece años juntos, a adorarla con locura. El día que nos dejó la lloramos con amargura. Aún hay días en que todavía la extraño demasiado.

Malena y su hijo Gael.

Luego de que Sasha y Misha (nuestra segunda perra rescatada) pasaran por nuestras vidas, no volvimos a ver a ningún perro de la misma manera. Tú te uniste sin invitación alguna a nuestra pequeña secta de dog lovers. Desde pequeño fuiste un gran defensor de los animales. Eso no solo incluía perros, gatos y otros animales de granja. También te enfrentaste al mundo para protestar por lo que otros cocinaban y comían, trayéndonos, a veces, algunas complicaciones sociales.

A mí eso nunca me importó, pues hubo una etapa en mi vida en que intenté por todos los medios quedar embarazada. Y con esa búsqueda descubrí un mundo paralelo y ajeno que me llevó a aprender que hay otras maneras de comer, vivir y pensar. No me fue ajeno cuando a los tres años y medio te declaraste vegetariano. Yo ya había pisado ese terreno, pero tú estabas más firme y convencido que yo. Brotó genuinamente de ti.

«Lloras cuando te acuerdas de nuestras perras, del Ayé, de lo mucho que te quería. Lloras cuando te abrazo para consolarte o para perdonarnos. Lloras porque quisieras volver a ser bebé (nos dices que te queríamos más), y también cuando las cosas salen mal. Siempre trato de hacerme la valiente. Te digo que ya no te pongas así. Tal vez no quiero que te quiebres tan fácilmente, o tal vez me incomoda verme reflejada en ti».

Tal vez esa intensidad con que miras la vida ha sido lo que te marcó desde un inicio. Tú, con tus propias carencias y necesidades, y yo con las mías, nos hemos acomodado. Mismo trasfondo, diferentes circunstancias.

Cada pérdida por la que hemos pasado nos ha hecho más fuertes y también más familia. Somos un par de cursis sentimentales, nostálgicos y melancólicos. Lloras cuando te acuerdas de nuestras perras, del Ayé, de lo mucho que te quería. Lloras cuando te abrazo para consolarte o para perdonarnos. Lloras porque quisieras volver a ser bebé (nos dices que te queríamos más), y también cuando las cosas salen mal. Siempre trato de hacerme la valiente. Te digo que ya no te pongas así. Tal vez no quiero que te quiebres tan fácilmente, o tal vez me incomoda verme reflejada en ti. Yo lloro en silencio, tú lloras a mares. Tú dices que extrañas, que quisieras que las cosas no hubiesen sucedido, y yo no lo digo, lo vivo por dentro. Vivo atrapada en mi propia máquina del tiempo, mirando lo que fue, recordando, recolectando y acumulando. Yo grito para llamarte la atención; y tú, para llamar nuestra atención. Somos tormenta y calma, los Dr. Jeckyll y Mr. Hyde de la cuadra.

Amor y odio en cinco minutos, o en cinco segundos.

Tal vez queremos lo mismo que el resto, o tal vez no queremos nada.


<strong>Malena Lau</strong>
Malena Lau

Es diseñadora gráfica y mamá de dos. Los perros, los viajes y la música la hacen feliz. Se considera una gran acumuladora de objetos del pasado y una entusiasta coleccionista de ideas y deseos que rondan su cabeza, esperando hacerse realidad: «Escribir era uno de ellos. Gracias a Machucabotones, ¡vaya que por fin lo hice!». Fue alumna del taller #ComoMeDaLaGana.

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