Ella, una adolescente gordita a la que le habían crecido unas tetas inmensas durante el verano, acababa de cumplir trece años. «No te preocupes, hija, está en la edad del patito feo. Ya después adelgazará» le escuchó decirle a su tía que hablaba con su madre. Su madre vivía preocupada, pues su única hija mujer estaba subida de peso y las blusas del colegio del año anterior ya no le cerraban. Además, las tetas grandes que precozmente había desarrollado llamaban la atención de los hombres. «Ay, hija, ojalá. Dios te oiga» contestó su madre. «Pero es que esta chica no entiende cuando le digo que deje de comer. El otro día le encontré una caja de panetón vacía debajo de la cama». […]
Él creó un imperio, y lo hizo porque desde joven supo que el cuerpo humano era nuestro bien más preciado, y por ello debíamos cuidarlo. Cuando tenía probablemente unos diez años, junto a su hermano vieron en un circo a un hombre extraordinariamente fuerte, que hacía unas proezas con unas pesas rusas.
Me sucede a menudo que cuando me siento a escribir no logro hacerlo por un tiempo prolongado, porque en lugar de dejarme llevar por los recuerdos, y los sentimientos que estos me provocan, me preocupo por el estilo y la estructura del texto. Pienso, y mucho. Y es exhausto. Pero, si no puedo escribir sobre […]