El domingo regresé a dormir al tercer piso de mi casa. Desde los 30 años mi dormitorio fue ese cuartito en el tercer piso con una ventana diminuta como la ventana de una celda, y yo pensaba que era el lugar perfecto para vivir la vida sosegada que quería para mí. Necesitaba evitar todo sobresalto que perturbara mi precaria paz interior (buena parte de mi juventud la pasé pensando ideas violentas, algunas de ellas suicidas, y aunque las fui abandonando sin pena, en parte gracias al viaje que emprendí en solitario por la India, seguía sintiendo que yo mismo valía muy poco y que nunca alcanzaría la felicidad: fantaseaba con vivir solo en el campo, rodeado de perros). […]
En mi lucha entre lo que quiero y debo hacer nace la forma más cruel de juzgarme, por cosas que hice o dejé de hacer. Y digo lucha porque literalmente me peleo. Me peleo fuerte. Y eso se ve manifestado en mi cuerpo con dolores de espalda, cintura y cabeza, incesantes y sin sentido; en mi mente con pensamientos graves y episodios de tristeza profunda y desmedida. Con llantos contenidos; con rabia a flor de piel; con reniegos por lo que estoy eligiendo como vida; con ansiedad que me genera episodios donde no puedo respirar más y deseo que la vida se pase rápido. […]
Ella, una adolescente gordita a la que le habían crecido unas tetas inmensas durante el verano, acababa de cumplir trece años. «No te preocupes, hija, está en la edad del patito feo. Ya después adelgazará» le escuchó decirle a su tía que hablaba con su madre. Su madre vivía preocupada, pues su única hija mujer estaba subida de peso y las blusas del colegio del año anterior ya no le cerraban. Además, las tetas grandes que precozmente había desarrollado llamaban la atención de los hombres. «Ay, hija, ojalá. Dios te oiga» contestó su madre. «Pero es que esta chica no entiende cuando le digo que deje de comer. El otro día le encontré una caja de panetón vacía debajo de la cama». […]
Mi mejor amiga, Caro, había recibido una invitación doble para el avant premier de una película. Me había dicho para ir juntas. Como mi mamá estaba en Iquitos, entonces le pedí a Caro que también me acompañase a ver qué atuendo utilizaría. En esos tiempos no sabía ni maquillarme. Así como de algunas personas se dice que tienen dos pies “izquierdos», de mí podía decirse que tenía dos manos “izquierdas”. Necesitaba ayuda para maquillarme y demás recutecus. […]
BASES DEL CONCURSO NACIONAL MACHUCABOTONES «CARTA AL PERÚ». Están invitados a participar de este concurso todos los peruanos de 15 años a más que residan dentro o fuera del país.
Termina lo que estás escribiendo. Sea lo que sea lo que tengas que hacer para terminarlo, termínalo.
La idea de ser escritor me había invadido, así que hacía expediciones a cuanta feria había. En una de esas, me encontré no con el libro que voy a reseñar, sino con uno de kinesiología del movimiento. Era de segunda y estaba entre un montón de libros de derecho y un montón de libros de […]
¿Para qué escribir en estos tiempos?Para insistir en lo que sigue vivo. Y saber quedarnos. ¿Cuándo a mano y cuándo en el teclado?Hay una conexión especial con el lapicero, algo se remueve, una memoria del trazo. Va al ritmo del pensar y de la actitud contemplativa. El teclado da control, inmediatez, borroneo, va más rápido […]
Me sucede a menudo que cuando me siento a escribir no logro hacerlo por un tiempo prolongado, porque en lugar de dejarme llevar por los recuerdos, y los sentimientos que estos me provocan, me preocupo por el estilo y la estructura del texto. Pienso, y mucho. Y es exhausto. Pero, si no puedo escribir sobre […]